En los últimos años ocurre
un fenómeno curioso con muchas películas de anime: éstas son cortadas de forma
casi artificial para hacer creer al espectador que se trata de una miniserie de
4 o 5 episodios. Esto se nota al revisar los créditos, dado que muchas
productoras justo señalan que originalmente el proyecto consistía en una
película ya sea para cine o televisión. Es posible que el público prefiera
series de anime a películas, de ahí los recortes. Y para el caso que nos ocupa,
la película (recortada a miniserie de 4 episodios) que ahora comentamos sufre
la misma intervención.
Para todos los fanáticos de la ciencia
ficción y las historias con un corazón filosófico, Phoenix: Edén 17 es una
pequeña joyita que nadie se puede perder. Basada en el inconcluso manga Phoenix
de Osamu Tezuka, esta adaptación producida y distribuida por Disney+ nos
sumerge en un futuro distante donde la humanidad busca un nuevo hogar entre las
estrellas. Lo que viene a continuación es una aventura épica por el espacio y
el tiempo que busca reflexionar sobre la vida, la muerte y el verdadero
significado de la existencia.
La serie nos lleva al año 2420. La Tierra es
casi inhabitable y los humanos, o lo que queda de ellos, viven en naves
generacionales y buscan un nuevo planeta para colonizar. En este contexto, la
trama sigue a George y Romy, dos colonos que se asientan en el planeta Edén 17.
Sin embargo, lo que encuentran allí es mucho más complejo de lo que esperaban.
A lo largo de la película (miniserie), el espectador es testigo de la lucha por
la supervivencia, el paso de las generaciones, la evolución de la vida y las
preguntas eternas sobre la moralidad y el destino.
Uno de los puntos más interesantes del anime
son sus personajes. Desde la valiente Romy que debe criar a su hijo sola junto
a un robot de servicio, hasta la nueva civilización que se desarrollará en Edén
17: cada figura está construida con profundidad y propósito. Sus interacciones
y conflictos impulsan la historia, explorando otros temas como la soledad, el
amor, la traición y la esperanza en medio de la adversidad. Así, la película
nos invita a empatizar con sus luchas y comprender sus motivaciones, haciendo
que cada descubrimiento en el planeta se sienta personal.
Desde el punto de vista visual, la serie es
un festín para los ojos. La animación es fluida y detallada, creando paisajes
espaciales y entornos alienígenas sumamente hipnóticos. Los diseños de
personajes, aunque fieles al estilo de Tezuka, se sienten frescos y modernos.
La banda sonora complementa perfectamente la atmósfera de la serie, alternando
melodías evocadoras que transmiten la inmensidad del espacio y piezas más
íntimas que subrayan los momentos emocionales. La combinación de estos
elementos visuales y auditivos sumerge por completo al espectador en este
universo futurista.
Pese a ser una historia de ciencia ficción
potente y melancólica, quizás uno de sus principales problemas es el guión y
los giros de trama. A lo largo de su historia, el anime va abriendo nuevas rutas narrativas que simplemente se mencionan de pasada y después se olvidan, dejando todo el
asunto sin mayor desarrollo. Incluso muchas de éstas no aportan absolutamente
nada a la trama y son prescindibles. De la misma forma, la llegada a la Tierra
y la aventura que ahí se produce resulta desangelada y poco desarrollada, con un
final nada trabajado que echa a perder casi dos horas de película.
En definitiva, el espectador está ante una
miniserie (película) que cautiva por su
narrativa, sus personajes y los temas que discute. Si bien es una adaptación
que busca honrar el legado de Osamu Tezuka llevándolo a nuevas alturas con una
producción de alta calidad, el guión se va desinflando conforme nos acercamos
al final de la historia. No obstante, se trata de una producción que no solo
busca entretener, sino que también invita a pensar: visualmente hablando,
estamos ante una gran experiencia inmersiva que nos recordará que el anime es
un medio muy poderoso para contar historias.