Continúan las escapadas habituales para disfrutar un poco
de la acostumbrada animación japonesa. Y vaya sorpresa la que me encuentro al
descubrir que Katsuhiro Otomo (Akira, Metrópolis, Steamboy), Satoshi Kon (Perfect
Blue, Millennium Actress, Tokyo Godfathers, Paprika) y muchos otros increíbles
animadores unieron sus talentos para ofrecer al espectador tres poderosos
cortometrajes que bien fascinarán especialmente a los fans de la ciencia
ficción.
Pese a que la
animación es de 1996, los trazos son magistrales y, asimismo, las historias son atemporales, son frescas y se disfrutan
a cada momento.
Rosa magnética.- Quizás se trate del cortometraje más
conocido y recordado de las tres producciones. A finales del siglo XXI, una
nave cuyos tripulantes se dedican a recoger basura espacial descubre un gigantesco
navío varado en una especie de vórtice magnético. Cuando dos astronautas se
encargan de explorar el navío descubren que se trata de una especie de casa
embrujada tecnológica que guarda fantasmas holográficos. Se trata de un lugar
que reproduce las grandes vivencias de una diva de la opera, quien cometió un
crimen pasional y cuya memoria informática vaga eternamente por el desierto
sideral.
Se trata de una
narración exquisitamente contada y amenizada con la voz de Maria Callas. De la
misma forma, la supuesta casa embrujada con su trasfondo tecnológico recuerda
poderosamente aquella novela de El castillo de los Cárpatos, de Julio Verne, en
donde un supuesto castillo embrujado tiene su chiste gracias a extraños
aparatos tecnológicos.
La historia,
escrita por Satoshi Kon, refleja perfectamente una de las grandes obsesiones de
este director y guionista: los mundos dickianos, es decir, las historias en las
que ni los personajes ni el espectador tienen del todo la capacidad para
determinar cuál es la realidad y cuál es la ficción.
Bomba fétida.- Un investigador biomédico regresa al
trabajo con un fuerte resfriado. Entre los chismes con los compañeros de laboratorio, varios
compañeros le recomiendan que tome de la oficina del jefe unas extrañas
pastillas para mejorar su estado de salud. Una vez que ha consumido las
cápsulas, y luego de una larga siesta, despierta y descubre que todos los
trabajadores de la empresa han muerto. ¿Qué es lo que ha sucedido? Nuestro
personaje se ha convertido en una especie de arma letal que arroja un extraño
gas que mata al instante a quien se acerque y, de la misma forma, posee una
extraña habilidad para descomponer todo artilugio tecnológico que se le
acerque. A partir de aquí, el caos en Japón se desatará, mientras que nadie
podrá hacer nada para detener a un hombre que no sabe que se ha convertido en
la muerte andante.
La historia está
salpicada por doquier de un delicioso y cruel humor negro. Asimismo,
la historia, en un tono socarrón, nos cuenta que por más esfuerzos que se
lleven a cabo, el fin de mundo es inminente.
Carne de cañón.- Se trata de una historia de Katsuhiro Otomo
contada en un estilo más abstracto y experimental. Una nación militarizada (que
recuerda fuertemente las escuelas durante la época nazi) en un mundo steampunk
dedica su gran eficiencia para la guerra. Todos los esfuerzos se concentran en
disparar un gigantesco cañón para dañar a un enemigo invisible. Otomo nos
ofrece un panorama desolador y absurdo, salpicado del fantasma orwelliano y su
novela 1984, en el que la gente vive el día a día en una guerra sin sentido.
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