Cuando uno lleva años viendo
anime es muy común que uno se harte de cierto tipo de series que se estrenan
cada temporada. De hecho, cada vez se repiten las mismas historias y al
espectador no le queda de otra más que fijarse en los estrenos para así
rastrear aquellas series que dan buena pinta y que prometan ser algo diferente.
Para el caso de la serie que ahora comentamos, ésta se presenta como una gran
sorpresa cuya temática y estilo es totalmente diferente a lo que uno se
encuentra con normalidad en las plataformas.
Desde su anuncio y las primeras críticas,
Orb: On the Movements of the Earth generó una buena expectativa entre otakus e
incluso entre el público que no está tan adentrado en el medio. Y a decir
verdad, quienes ya hemos podido disfrutar de ella hemos concluido que no
decepciona para nada. Así, esta serie original nos transporta a un mundo donde
la comprensión del movimiento planetario y sus implicaciones va directo a los
orígenes de la ciencia y al terreno de la filosofía.
La premisa de la serie que ahora comentamos
resulta cautivadora y refrescante. La historia explora los finales de la Edad
Media en donde la religión tenía la última palabra sobre el conocimiento
natural y cualquier teoría alternativa se presentaba como una herejía. En esta
especie de ficción histórica, la inquisición tortura y elimina a aquellos
herejes que no estén apegados a la palabra escrita de la Biblia y aquello que
es aceptado como ciencia.
Los personajes que la serie nos presenta son
complejos y multidimensionales, cada uno con sus propias motivaciones y
secretos que se entrelazan a través de una historia generacional. Asimismo, la
trama no teme abordar temas profundos como la ciencia contra la fe, la censura,
el poder del conocimiento y la capacidad humana para adaptarse o resistir al
cambio. Para los fanáticos del anime con tramas complejas y pausadas que no
requieren acción desmedida, Orb será un festín intelectual para ellos.
Visualmente hablando, la serie ha recibido
algunas quejas en cuanto a que su animación es limitada pese a que detrás de
ella está el estudio Madhouse. No obstante, esta crítica resulta desfasada dado
que la historia no requiere una animación grandilocuente ni perfecta para
contarnos su pausada e interesante historia. Al contrario, la serie cuenta con
una animación fluida y detallada que realza cada escena. Los diseños de los
personajes son distintivos, y los paisajes, desde sus entornos naturales y
medievales, resultan de gran belleza. Dado que que el grueso de la trama es
pausada y de mucha reflexión y diálogo, insisto, la serie no requiere una
animación tan apabullante como la que requieren otras series de más acción o
de construcción de mundos. Así, la paleta de colores que se utiliza contribuye
a crear una atmósfera única, a menudo melancólica y misteriosa, perfecta para
la ficción histórica que se cuenta.
La banda sonora merece una mención especial,
dado que ésta resulta envolvente y se fusiona perfectamente con la narrativa,
amplificando la emoción y el misterio en cada momento. Desde melodías sutiles y
contemplativas que sugieren la inmensidad
del cosmos hasta piezas más intensas que acompañan los momentos de tensión, el
soundtrack es un elemento crucial que eleva la experiencia.
Las generaciones transcurren, pero los temas
de estudio de la astronomía persisten pese a la mano de hierro de la iglesia.
De hecho, esta institución sale muy mal parada en la serie por su cerrazón y
falta de escrúpulos, mientras que la serie se aboca en la importancia de la
ciencia y, especialmente, de la astronomía. Un aspecto que agrada desde una
perspectiva histórica es que se hace alusión a la teología natural y la
filosofía natural, dos visiones del mundo que existían en aquella época y que
tenían sus propias ideas: la primera como el estudio erudito y teológico de la
naturaleza, vista ésta última como la prueba fehaciente de la existencia de
Dios; en cambio, la segunda se presenta como antecesora de la astronomía, la
física y las matemáticas que, en ese entonces, estaba más que fusionada con la
filosofía. Dichas posturas se conjugan en la historia de una forma amena y
elegante.
Por otra parte, la serie discute a lo largo
del camino el papel y la necesidad de la fe como elemento que le da sentido a
la existencia humana. Cada generación que transcurre permite conocer diferentes
posturas sobre la fe más allá de la religión ofreciendo debates y discusiones
sobre la existencia de Dios. Cada personaje cuenta con su propia
interpretación, ya sea creyente o ateo, desarrollando elaborados diálogos en los que la teología y la ciencia pueden ser aliadas o incluso enemigas acérrimas.
En este sentido, el visionado de esta serie hace pensar que una historia de este
tipo sería casi imposible de ver en las producciones estadounidenses,
especialmente en el cine.
En definitiva, Orb no solo en sun anime más,
sino que se presenta como una experiencia que desafía la percepción y celebra
la búsqueda del conocimiento. Sin duda, se perfila como uno de los mejores
animes recientes y un firme candidato para entrar en los anales de las mejores
series de anime. Si bien no es una serie para aquellos que disfrutan de las
peleas y la acción, su ritmo pausado y reflexivo ofrecerá temas realmente
interesantes para quien le dé una oportunidad.

