Seguimos de vacaciones disfrutando de algunas de las
películas pendientes en el anaquel familiar. Y en esta ocasión, toca el turno a
Porco rosso, quizás una de las cintas más adultas y occidentales que Hayao
Miyazaki nos ha regalado.
La historia nos
adentra en el periodo de entreguerras, y nos relata las travesías y aventuras de
Marco Pagot, una especie de piloto del ejército y pirata aéreo que ha huido de
su país y se dedica a realizar toda clase de trabajos como cazarrecompensas.
Pero hay un
placer de Pagot por frustrar los esfuerzos de la competencia. Él domina el mar
Adriático, y cualquiera que desee hacer negocios en su territorio se tendrá que vérselas con él.
La cinta juega
con distintos misterios. Por un lado, nunca está del todo claro por qué ha
adquirido esa especie de maldición en la que su cabeza tomó la forma de la de
un puerco. Asimismo, el final es demasiado juguetón: nunca nos enteramos si
regresa a la normalidad o sigue con su maldición.
Pero hay dos aspectos que me gustaría resaltar de esta cinta.
El primero de
ellos es el gran homenaje al cine negro. El nombre de Donald Curtis, uno de sus
más férreos enemigos de Pagot, recuerda a la famosa familia de actores Curtis.
Pero además, la cinta transmite el espíritu del cine de los 50’s con los
enfrentamientos entre rivales, con los centros de baile y la música, con las
historias de amor que no terminan bien. De hecho, la peli ofrece una
historia de amor tan interesante como triste: el amor imposible en su máxima
expresión, en el que la doncella ama a Pagot y él, debido a su maldición, nunca
podrá estar con su amada.
El segundo
aspecto a resaltar es el placer de Miyazaki por los aviones. Siendo un gran admirador
de la aviación, el director nos ofrece escenas detalladas del funcionamiento de
estos aparatos, de cómo planean, de cómo es que se construyen o reparan.
En resumen, una
cinta memorable que fascinará a los gustosos del cine estadounidense de antaño
y que posee el sello característico de su director.
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