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martes, 29 de abril de 2025

Otogi Zoshi

 


Hacía mucho que no me encontraba con una serie tan extraña, tan olvidada y que produjera sentimientos encontrados. Como una producción de la que casi nadie se acuerda por completo, su estilo es una muestra de cómo no deben escribirse ciertas historias y aún más: cómo no deben ser adaptados ciertos mangas a la pantalla chica. En este sentido, el presupuesto podría ir hacia mejores obras que aún no han tenido la oportunidad de salir al aire. Pero antes de seguir destripando la calidad de esta historia, lo ideal es entender por qué no funciona del todo.

   Otogi Zoshi juega de una manera un tanto extraña con dos arcos: uno ubicado en el Japón feudal y otro en nuestro presente (en este caso, a principios de los años 2000). La historia inicia transportándonos al periodo Heian, una era envuelta en misterio, leyendas y conflictos armados. Al inicio conocemos a Hikaru, una joven enviada por el Emperador para encontrar el legendario Kotokura, un objeto con el poder de restaurar la vitalidad de la capital nipona, misma que sufre en su conjunto de condiciones de pobreza y hambruna. A lo largo de su viaje, la protagonista se encuentra con una variedad de personajes, tanto humanos como sobrenaturales, y se ve envuelta en intrigas políticas y batallas épicas.

   Pero Hikaru no estará sola. En su camino la acompañarán Tsuna, un leal y poderoso guerrero samurái de gran fuerza y habilidad marcial. Raiko, el hermano mayor de la protagonista, se encuentra muy enfermo y trata de sobrevivir hasta que su hermana regrese. Junto con otros amigos que conocerá en su aventura,  la protagonista deberá enfrentarse a bandidos, señores feudales y otros personajes con sus propios intereses.

   El primer arco justo juega con el género de aventuras. Hikaru y sus amigos deberán recopilar diferentes fragmentos mágicos para así armar el Kotokura, salvar a su país y restablecer el orden. El pesimismo en la historia y las pocas concesiones al espectador ofrecen una historia inmersa en elementos históricos y mitológicos, sobresaliendo la importancia en la historia del yin y yang. Los giros de tuerca de la trama también buscan enganchar al espectador.

   El segundo arco resulta mucho más convencional. Todos los amigos han reencarnado y se han reencontrado en el Japón contemporáneo donde cada uno vive una vida sencilla y cotidiana. No obstante, extraños fenómenos sobrenaturales comenzarán a azotar la ciudad de Tokio y Hikaru, de nueva cuenta, deberá hacer frente al caos para así restaurar el orden y salvar a sus amigos.  

   La animación no ha resistido el paso del tiempo y se muestra limitada y desgastada. Production I. G. se muestra poco inspirado al mostrar que en el momento del estreno de la serie (2005) de seguro los animadores más experimentados se encontraban trabajando en proyectos más grandes y atractivos. Sin embargo, las escenas de batalla son correctas, mientras que la banda sonora, especialmente en su segundo arco, fluye mucho mejor pese a que la historia es mucho más atractiva en su primer arco. Todo esto lleva en general a una serie que si bien hace muchos guiños a la historia de Japón, su trama se presenta poco inspirada y sin momentos cautivantes que permanezcan tiempo después en la mente del espectador.

   En definitiva, una historia argumentalmente compleja pero cuya ejecución y ritmo no están a la altura. Aún así, su ambientación histórica y mitológica la llevan a convertirse en una serie que busca ir más allá de las fórmulas convencionales. Pese a sus numerosos problemas, se trata de una historia de interés para los amantes del seinen y del anime retro con una historia fantástica y de tono épico que busca despegar frente a los ojos del espectador.