Qué tal:
Esta semana quiero
platicarles mis impresiones sobre una de las películas más atractivas de la
época ochentera del Studio Ghibli: El Castillo en el cielo.
Inspirada en la obra de Jonathan Switf, la
historia nos habla de Sheeta, una niña que tiene una piedra alrededor del
cuello que se dice es capaz de abrir la fortaleza celeste: una especie de
castillo volador creado por una civilización extinta.
Una vez que la niña conoce a Pazu, un niño
sumamente trabajador, juntos tratarán de llegar al mítico castillo,
teniendo que lidiar con peligrosos agentes gubernamentales y con una banda
matriarcal de piratas.
Hayao Miyazaki nos ofrece en esta película
una idea recurrente en las producciones japonesas y que puede resultar por
momentos extraña en occidente: no hay bandos buenos y malos, sino simplemente
grupos con intereses muy particulares que chocan fuertemente. Esto se ve
detalladamente cuando los niños reciben ayuda de los piratas (quienes al
principio los perseguían).
Un aspecto interesante es la fascinación de
Miyazaki por los aviones y el aire. Cuando los chicos vigilan en el mástil del
avión en el que viajan, la atmósfera que ofrece el director es tranquila,
misteriosa y a la vez con un toque narrativo delicioso.
¿Es ciencia ficción? La respuesta es sí. El
castillo volador cuenta con una misteriosa tecnología (robots incluidos) que
será tan avanzada que incluso será indistinguible de la magia (partes de la
frase del escritor británico Arthur C. Clarke).
El papel de la mujer juega un importante
rol. La chica (Sheeta) es quien porta la piedra; la abuela tiene tanta fuerza y
liderazgo que es quien dirige a los piratas. Sin embargo, el niño trabajador
(Pazu) tiene tanta fuerza y energía que sus habilidades tendrán un peso
importante para inclinar la balanza a su favor.
Sobresale también que es de las escasas
cintas del director en el que la parejita sí se queda junta al final.
De la misma forma, la participación de
Miyazaki en otros trabajos se transpira en esta cinta: Pazu tiene la fuerza de
otra serie de este director: Conan, el niño del futuro. Los dos personajes principales
nos recuerdan fuertemente a Heidi y Pedro (de la mítica serie Heidi).
En definitiva, una cinta ochentera poderosa,
atractiva e inteligente que nos ofrece un buen espectáculo y nos deja con ganas
de más Studio Ghibli.
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