En esta ocasión en el blog
retomamos a un director clásico del Anime: Kenji
Kamiyama. Se trata de un director con una visión comercial y un toque
autoral que tuvo, a mi parecer, su momento de gloria en la década de los años
2000 con series como Ghost in the Shell:
Stand Alone Complex y Moribito, guardián del espíritu sagrado. Higashi no Eden
es una de sus series con temática económica y thriller más queridas, pero de
ahí en fuera, las últimas series y películas, muchas de éstas realizadas
completamente en 3D y CGI, dejan mucho que desear.
Quizás el problema actual de este director
es haberse juntado con otro director, Shinji
Aramaki, creador de toda clase de películas en CGI sumamente vistosas pero
un tanto huecas en sus historias. Así, el director que ahora comentamos ha ofrecido
trabajos decepcionantes como Ghost In the
Shell: SAC 2045 y Blade Runner: Black
Lotus, mismas que ni de cerca se encuentran entre las grandes ideas y
producciones de Kamiyama. De este
modo, para la película que ahora comentamos, las cosas siguen sin mejorar al
grado de que esta cinta pasará rápidamente al olvido.
Napping
Princess se presenta como una ambiciosa mezcla de fantasía con toques steampunk, drama familiar y crítica
industrial. Sin embargo, tras la deslumbrante fachada visual, la película lucha
por mantener los pies sobre la tierra.
La historia sigue a Kokone, una estudiante de secundaria que, en vísperas de las
Olimpiadas de Tokio 2020, pasa gran parte de su tiempo durmiendo. Sus sueños la
transportan a Hertland, un reino
mágico y tecnológico donde la vida gira en torno a la fabricación de
automóviles y donde ella, al parecer, es una princesa con una tableta mágica
capaz de dar vida a las máquinas. La línea entre su fantasía y la detención
real de su padre por un supuesto robo de software comienza a borrarse
peligrosamente.
Bajo el sello del estudio Signal.MD, la dirección artística es
impecable. Los desafíos de los colosos mecánicos en Hertland y la integración de la tecnología en un entorno citadino muy
saturado están ejecutados con una fluidez envidiable. Kamiyama demuestra que sigue teniendo un ojo privilegiado para
elementos de ciencia ficción y fantasía social, planteando temas vigentes como
la transición hacia los vehículos autónomos y el peso de la herencia industrial
en Japón.
Pero a pesar de sus bondades técnicas, Napping Princess sufre de una crisis de
identidad narrativa. Por ejemplo, la película intenta ser un cuento de hadas
infantil con elementos de tecno-fantasía, un thriller de espionaje corporativo
y un drama de reconciliación familiar al mismo tiempo. Al intentar abarcar
todo, el impacto emocional se diluye. Por otra parte, si bien el concepto de
mundos paralelos puede resultar atractivo, las reglas de cómo el sueño afecta
la realidad son vagas: nunca queda claro si son dos historias que se cruzan o
si alguna realmente influye en la otra. En el clímax, la película exige una
suspensión de la incredulidad tan alta que el espectador puede desconectarse de
la tensión real que viven los personajes.
Los villanos corporativos rozan la
caricatura, careciendo de la profundidad que Kamiyama suele otorgar a sus oponentes en obras previas. Con esto
en mente, el gran problema de la cinta es su guión y la resolución de los
conflictos al provocar que nunca se entiendan del todo muchos de los intereses
de los personajes y que la resolución de las sub tramas sea más que un sinsentido.
En definitiva, Napping Princess (Hirune Hime) una obra visualmente estimulante que ofrece un
agradable viaje, pero que se queda muy corta al compararla con los grandes
exponentes del género. Es una película ideal para quienes buscan animación de
alta calidad y una historia ligera, pero aquellos que esperen la densidad
filosófica habitual de Kenji Kamiyama
se encontrarán con un relato que, irónicamente, se siente algo somnoliento en
su ejecución final. Tristemente, esta cinta sigue confirmando el declive actual
de su director.
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