Existen ocasiones donde el seinen no siempre ofrece
un espectáculo fascinante y desintoxicado de los excesos y clichés del shonen.
Por una parte, hay que entender que en Japón se entiende la animación de una
forma distinta a la occidental, y las tramas que por lo regular se ofrecen
reflejan mucho de los gustos y valores de la cultura en el que se desarrollan. No obstante, hasta donde mi experiencia en la animación japonesa me lo ha
permitido, he descubierto que muchas series niponas hacen hincapié en un estilo
efectista: lo que importa no siempre es la coherencia de la historia, sino
impactar al espectador con ideas muchas veces no consecuentes con lo que se ha
planteado.
Para la serie
que ahora nos ocupa, observo un poderoso interés en contar una historia
distinta, aunque a la mera hora la trama transpira ciertos clichés que la
mantienen a la par de muchas de las series que los amantes del ánime vemos a diario..
Trinity Blood es
una serie que a primera vista nos ofrece una historia fresca e intrépida en la
que se replantea hasta cierto punto el tema de los vampiros. Cientos de años
después del Armagedón, el mundo occidental se ha reestructurado concentrando
los poderes en un Vaticano todo poderoso que se enfrenta a un imperio (pienso
que es el nuevo imperio británico) en toda suerte de problemas diplomáticos.
Para resolver dichos problemas, uno de los agentes de una facción de la curia
romana, el padre Abel Nightroad, es el encargado de resolver toda serie de
complicaciones que puedan mermar la paz y la tranquilidad de su país.
Pero al mismo
tiempo, luego del apocalipsis, un nuevo grupo de humanos ha aparecido y posee
una serie de poderes que los ha hecho entrar en conflicto con los humanos
ordinarios: los matusalenes. Conformando el Imperio de la nueva raza, se trata
de vampiros que buscan sobrevivir y establecer su propia nación frente a los
intereses católicos.
Luego de mostrar
este panorama, la historia nos habla de Rosenkreuz, un grupo vampírico secreto
que busca que los vampiros dominen el mundo y quien teje sus redes de
conspiración para que los dos imperios entren en un fuerte
conflicto.
La historia es
interesante y, como ya se ha mencionado, busca resolver muchos de los problemas
mediante el diálogo o la estrategia política. Pese a ello, hay momentos en los
que no hay otra forma de solucionar los conflictos más que empleando la fuerza.
Y en este sentido, el padre Abel es pieza clave para la desarticulación de la
orden secreta.
Ya que hablamos
del personaje principal, es necesario comentar que el padre Abel genera una
gran empatía. Se trata de un sacerdote torpe e ingenuo pero que tiene un gran
sentido del deber. Su papel como pieza clave y sus poderes ocultos se
convertirán en un factor a considerar a la hora de lidiar con los villanos de
turno.
Como ya se ha
dicho, la resolución de los problemas no sólo involucra la fuerza. Pese que al
final vemos al padre Abel lidiar con el líder de la orden conspiradora, el
espectador apenas y puede vislumbrar un poco del combate. Lo que interesa en la
historia es el restablecimiento de relaciones entre los dos imperios y la
estrategia diplomática como principal recurso.
Pero pese a que
la serie parece ser diferente, las batallas con los poderes se encuentran a la
orden del día. Como un videojuego en el que que enfrentamos una situación
y aparece un ser más poderoso que en el nivel anterior, la serie plantea al
inicio vampiros un tanto débiles que son eliminados por Abel sin ningún
problema. Sin embargo, conforme se van mostrando los siguientes villanos, el
padre siempre tiene que elevar sus poderes y estar preparado para elevarlos a
cada rato debido a que cada vez aparece un villano más poderoso que el
anterior.
En resumen, una
serie refrescante aunque irregular que trata de alejarse un tanto de los
estándares de las series japonesas, pero que al final termina optando por
retomar algunos elementos que al principio los creadores habían rechazado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario