domingo, 8 de marzo de 2015

Mushishi: Zoku-Shō

Casi diez años después de haber disfrutado de la primera serie de Mushishi, en 2014 apareció la segunda temporada cuyo contenido sigue manteniendo la calidad en las historias planteadas. Gracias a las nuevas tecnologías computacionales, la animación japonesa de hoy en día sigue siendo un espectáculo visual que fascina al espectador. La mezcla de dicha tecnología y de la animación tradicional a mano conforman los elementos principales de esta producción desintoxicada de muchos de los clichés del anime contemporáneo.



   La historia prosigue con los diversos y fascinantes casos de mushis, seres que habitan en la naturaleza y que interaccionan con los animales, plantas y humanos provocando efectos benéficos o perjudiciales. Ginko, el principal mushishi de la serie, tendrá que seguir utilizando su pericia y vastos conocimientos para ayudar a las personas que se han visto afectadas por estas criaturas.

   La mayoría de los episodios son en cierto sentido esquemáticos. Por lo regular, Ginko descubre que hay alguien que sufre de alguna extraña condición, describe (o diagnostica) lo que el sujeto padece y, a continuación, procede a tratar de ayudar de alguna manera al afectado. No obstante, la serie sería un poco aburrida si sólo se concentrara en estos detalles. Cada historia desarrolla el lado humano de las personas afectadas y nos ofrece un delicioso panorama de las consecuencias de la interacción entre mushis y humanos.

   Por otra parte, en esta temporada conoceremos algunas andanzas de otros mushishis y cómo es que Ginko no siempre tiene todas las respuestas para lo que los mushis causan en el mundo. Descubriremos algunos detalles extras del pasado del personaje principal y nos deleitaremos con muchos de los elementos del sintoísmo que han sido desplegados a lo largo de la serie.

   En definitiva, una grandiosa producción cuya banda sonora apoya fuertemente la trama. Como he mencionado en otras entregas, la serie es un ejercicio de relajación para el espectador, es como si hiciéramos yoga. Y lo mejor de todo: no hay fan service, moé o elementos sobrenaturales efectistas por doquier. La fórmula de la historia está hecha para el deleite del espectador y sigue sorprendiendo por su originalidad y la calidad de su argumento en donde los guionistas nunca traicionan el ritmo o el concepto original del manga.