jueves, 16 de enero de 2014

Memories

Continúan las escapadas habituales para disfrutar un poco de la acostumbrada animación japonesa. Y vaya sorpresa la que me encuentro al descubrir que Katsuhiro Otomo (Akira, Metrópolis, Steamboy), Satoshi Kon (Perfect Blue, Millennium Actress, Tokyo Godfathers, Paprika) y muchos otros increíbles animadores unieron sus talentos para ofrecer al espectador tres poderosos cortometrajes que bien fascinarán especialmente a los fans de la ciencia ficción.



   Pese a que la animación es de 1996, los trazos son magistrales y, asimismo, las historias son atemporales, son frescas y se disfrutan a cada momento.

Rosa magnética.- Quizás se trate del cortometraje más conocido y recordado de las tres producciones. A finales del siglo XXI, una nave cuyos tripulantes se dedican a recoger basura espacial descubre un gigantesco navío varado en una especie de vórtice magnético. Cuando dos astronautas se encargan de explorar el navío descubren que se trata de una especie de casa embrujada tecnológica que guarda fantasmas holográficos. Se trata de un lugar que reproduce las grandes vivencias de una diva de la opera, quien cometió un crimen pasional y cuya memoria informática vaga eternamente por el desierto sideral.

   Se trata de una narración exquisitamente contada y amenizada con la voz de Maria Callas. De la misma forma, la supuesta casa embrujada con su trasfondo tecnológico recuerda poderosamente aquella novela de El castillo de los Cárpatos, de Julio Verne, en donde un supuesto castillo embrujado tiene su chiste gracias a extraños aparatos tecnológicos.

   La historia, escrita por Satoshi Kon, refleja perfectamente una de las grandes obsesiones de este director y guionista: los mundos dickianos, es decir, las historias en las que ni los personajes ni el espectador tienen del todo la capacidad para determinar cuál es la realidad y cuál es la ficción.

Bomba fétida.- Un investigador biomédico regresa al trabajo con un fuerte resfriado. Entre los chismes con los compañeros de laboratorio, varios compañeros le recomiendan que tome de la oficina del jefe unas extrañas pastillas para mejorar su estado de salud. Una vez que ha consumido las cápsulas, y luego de una larga siesta, despierta y descubre que todos los trabajadores de la empresa han muerto. ¿Qué es lo que ha sucedido? Nuestro personaje se ha convertido en una especie de arma letal que arroja un extraño gas que mata al instante a quien se acerque y, de la misma forma, posee una extraña habilidad para descomponer todo artilugio tecnológico que se le acerque. A partir de aquí, el caos en Japón se desatará, mientras que nadie podrá hacer nada para detener a un hombre que no sabe que se ha convertido en la muerte andante.

   La historia está salpicada por doquier de un delicioso y cruel humor negro.  Asimismo, la historia, en un tono socarrón, nos cuenta que por más esfuerzos que se lleven a cabo, el fin de mundo es inminente.




Carne de cañón.- Se trata de una historia de Katsuhiro Otomo contada en un estilo más abstracto y experimental. Una nación militarizada (que recuerda fuertemente las escuelas durante la época nazi) en un mundo steampunk dedica su gran eficiencia para la guerra. Todos los esfuerzos se concentran en disparar un gigantesco cañón para dañar a un enemigo invisible. Otomo nos ofrece un panorama desolador y absurdo, salpicado del fantasma orwelliano y su novela 1984, en el que la gente vive el día a día en una guerra sin sentido.




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